miércoles, 24 de octubre de 2007

En mangas de camisa.

Recuerdo que en el descansillo de la escalera me encontré con su hermana, y me saludó casi de pasada, algo bastante extraño porque ella era muy curiosa y extrovertida y siempre se paraba a hablar con la gente, aunque no la conociese de nada o tuviese mucha prisa.

La puerta se había quedado abierta, y la cerré tras entrar. La casa olía mucho a humo de tabaco, y había un fuerte olor a cerrado. Abrí la ventana de la cocina y casi inmediatamente vino un grito desde el despacho. ¿¡Quién anda ahí?!. Yo, soy yo. Reconoció mi voz y se tranquilizó.

Y allí estaba él, en mangas de camisa, con el mismo traje con el que dos noches antes había recogido aquel premio a su último libro. Tenía la camisa remangada y sin corbata, el chaleco entreabierto, manchado y con restos de ceniza. Con las manos en los bolsillos y un cigarrillo sin encender colgando de los labios permanecía de pie frente a la ventana. Me acerqué a su lado y vi que estaba mirando al parque que había doce pisos mas abajo, enfrente de su casa. Miraba los columpios, los niños que correteaban, las nubes de vaho que rodeaban sus caras jadeantes y felices y a las preocupadas madres que no perdían de vista a sus hijos. Aunque hacía tres días que no nevaba, aún quedaba algo de nieve en el parque y los niños se lanzaban bolas y gritaban de alegría. De alegría.

Luego se giró hacia mí, entonces pude ver que tenía un aspecto realmente lamentable, los ojos vidriosos y amarillentos, la piel pálida, la cara sin afeitar y el pelo revuelto, se le veía realmente abatido. Y cuando empezó a hablar no hizo otra cosa más que confirmarlo.

- Lo dejo. -dijo mientras encendía aquel cigarrillo con manos temblorosas-

- Qué dejas ¿Qué?

- Esto, lo de escribir malditos libros que no le gustan a nadie.

- ¿Qué?, ¿Cómo que no le gustan a nadie? Ayer te dieron uno de los más prestigiosos premios que se conceden en este país y dices ¿que lo que escribes no le gusta a nadie?

- Pero si los que me dieron el premio ni siquiera se habrán leído el libro, además lo que dice esos cuatro que dan los premios no es lo mismo que piensa la gente anónima que lee mis libros, ¡no tienen ni puta idea! Me han dado el premio por los artículos del periódico y de la revista, pero no por éste libro. Ni siquiera por ninguno otro de mis libros. Son todos unos mentirosos, sólo quieren darme este premio para que la gente lea mis artículos en sus periódicos y en sus revistas, y así forrarse más. ¡Joder!, ni que necesitaran dinero. Pero si están podridos de dinero los muy avariciosos.

- No sabes lo que dices, estás…, llevas mucho tiempo en casa, tienes que salir y despejarte. Pensar bien en lo que dices.

- No quiero salir, no quiero despejarme, nunca he estado tan despejado. Se muy bien de lo que hablo. Además ése libro no es el que yo quería escribir, ese libro es lo que ellos querían que escribiese, es…., es su libro, no el mío. Que se queden su maldito premio. Yo no lo quiero, ese premio es de mentira, ¡está podrido!, como todos ellos.

No me había fijado hasta que lo señaló con la mirada. En la mesa del despacho estaba su último libro que había sido la primera víctima de su ira. Estaba completamente despedazado; justo al lado estaba el premio y también unos cuantos sobres abiertos y cuyas cartas ya estaban arrugadas en la papelera.

¿Continuará?



"And now I'm alone I'm looking out, I'm looking in

Way down, the lights are dimmer
Now I'm alone I'm looking out , I'm looking in
Way down, the lights are dimmer"




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