martes, 2 de octubre de 2007

Las mismas caras, los mismos gestos.

Ya me ha pasado tantas veces que a veces hasta se me olvida que me está ocurriendo de nuevo, y hasta que no ha pasado un rato y me puedo parar a pensar en ello, no me doy cuenta de que ha vuelto a suceder. Otra vez.

Toda la gente es la misma. Me explico.

Hay un número determinado de “modelos” de personas, incluyendo tipos de cuerpos, de caras, de expresiones y de maneras de ser que se me repiten desde que tengo memoria. Así cada persona “nueva” que me presentan o que conozco y que hasta entonces era “desconocida”, no lo es; es como si yo ya los conociese. Como si hasta supiese lo que iba a pasar, lo que iban a hacer, a decir. Como si fuese un déjà vu. En cierto modo es un poco ventajoso, pues tengo una cierta idea de cómo es esa persona “nueva”, cómo puede reaccionar ante una determinada cosa, opinión o gesto, guiándome por la manera en que reaccionó la persona a la que se parece cuando dije o hice alguna cosa. Pero también me hace dudar de mi mente, de mis recuerdos. De los aspectos más estrictamente histológicos y fisiológicos de mi cerebro. Me inquieta pensar que haya algo ahí arriba, -tras las cejas-, que no funcione como debiera.

Parece que las nuevas personas que conozco no fuesen más que gente que trata de imitar a la primera persona que conocí que era de un determinado modo, hasta entonces desconocido. Y así, también ocurre, -muy de vez en cuando, eso sí- que conozco a una persona que no puedo “encasillar” en ninguno de los tipos de gente que conozco. Y entonces, aunque yo no lo quiera, se crea un nuevo tipo de gente, gente que se parecerá a ésta persona. Que serán “copias” de ésta.


Barricada - En blanco y negro.

No hay comentarios: