viernes, 21 de septiembre de 2007

Noches sin Luna


Las noches más tristes son las que no tienen Luna, porque son en las que te sientes realmente sólo. Y aquella lo era, era la noche más triste y solitaria que había vivido hasta entonces. Ahora desearía no haber dicho nunca aquello. Ahora se daba cuenta de que debía haberse tragado su orgullo y haber aceptado las cosas tal y como eran, aunque no fuesen como a él le gustaría que fuesen. Desde que era niño se había acostumbrado a que todo se hiciese de la manera en que él disponía y nunca había recibido un no por respuesta. Nunca hasta aquél no. Nunca hasta aquella noche. Nunca hasta aquel portazo. Luego, mientras fumaba en silencio apoyado en la ventana, no dejaba de pensar en llamarla o en no llamarla; y en qué decirla. Una cosa era cierta, la primera palabra debía ser de disculpa, y por lo menos eso lo tenía bastante claro. Casi tanto como la luz de la luna que aquella noche faltaba, que aquella noche también decidió abandonarlo…


“Ojala me hubiera dado cuenta antes.
No siempre lo urgente es lo importante,
tal vez sean las brujas tal vez el destino.
Yo siempre me pierdo en el mismo camino,
¡siempre en el mismo camino!


Platero y tú – A la Luna se le ve el ombligo.

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